MI AMADA MARY, naciste un 8 de mayo, en primavera,
con el perfume de las flores, el sol cálido y el verde de los árboles.
Nos dejaste un 8 de abril, también en primavera, pero ese día
no pude ver ni el color de las flores, ni el azul del cielo,
ni el verde de los árboles... el cielo de mi alma se nubló
con un gris entristecido, con una melancolía que no puedo
arrancar porque te fuiste...
Ya no podré escuchar tu risa, tus chistes; no podré volver
a disfrutar de tu alegría y tu buen carácter...
Aún así, me quedo con el recuerdo de esa viejita linda
que hizo tan feliz los años que tuve el privilegio de disfrutar,
mi queridísima amiga MARY, a la que siempre tendré presente
en mi día a día, hasta la ETERNIDAD...
Doy gracias a Dios por haberte conocido, por ser una de
esas personas a las que brindaste tu amor y cariño....
No no digamos ADIÓS MARY, sólo un HASTA LUEGO,
pues nos volveremos a encontrar muy pronto, y
te diré de nuevo: ¡TE QUIERO, MI AMADA MARY!...